Leon7dias
visitó a Ismael Tragacete en su pueblo, Cabezamesada (Toledo).
Tuvimos la ocasión de compartir con él varias jornadas con
escopeta, perro, conversación y guisos. Es nuestra intención
contar ahora esta experiencia a los aficionados a la caza menor
que en estas fechas están poco activos debido a la veda.
Para
quienes llevamos algún tiempo cazando, Ismael Tragacete es un
mito. Ha sido capaz de ganar seis campeonatos de España de caza
menor con perro, con las dificultades que tiene, y teniendo en
cuenta que empezó a participar con casi 40 años, es
impresionante. Si hubiera comenzado quince años antes ¿cuántos
campeonatos tendría?. En el momento que le conoces y te acercas
a Ismael, te das cuenta que es todo lo contrario a un mito, una
persona sencilla, amable y permanentemente con ganas de agradar,
que además de la caza tiene muchos temas de conversación, de
las cosas de actualidad, de sus amigos, de su
familia…………..
La
llegada a Cabezamesada fue en un día de sol radiante. Ismael
espera a la entrada del pueblo, después de los saludos pregunta
¿Dónde quieres ir a la casa del pueblo o a la casilla?. Me
explica las dos opciones y la respuesta es rotunda, sin duda, me
gustaría ir a la casilla.
La
casilla es una pequeña edificación, un refugio que se
encuentra en el medio del campo de Cabezamesada en el pago
denominado “El Pozo de las Muletas”, pues aquella zona era
un punto de reunión
de quienes hacían portes de un lugar a otro de
la Mancha
, allí abrevaban las mulas, comentaban y organizaban los
viajes. Está rodeada de viñas, tierras de cereal y algunas
encinas. En el interior hay dos espacios, uno de ellos con
chimenea y además un almacén para leña y el coche. En este
lugar pasan el tiempo Ismael y Mito, su perro, un podenco
andaluz de color canela, adiestrado de una manera increíble.
Ismael,
cuando se ríe tiene un brillo en los ojos como un quinceañero
enamorado, habla y habla, cuenta anécdotas de la caza, de la
vida en el pueblo, de su padre, de su nieto. ¿Dónde apunto
abuelo?, tu por delante, siempre por delante. Todavía tiene
tres años.
Ahora
me encuentro muy bien, ya he dejado de trabajar en Madrid, me he
jubilado. Paso mucho tiempo en el pueblo, que es lo que me
gusta.
Los
días en la casilla son todos iguales y todos distintos. Los
rayos de sol invaden la intimidad y anuncian que hay que
levantarse, es el momento del aseo.
-
Vaya pereza, el agua estará muy fría, Ismael.
-
Que va hombre, en invierno el agua de los pozos está caliente y
en verano fría, vas a comprobar lo agradable que es lavarse con
el agua recién sacada del pozo.
Después
del aseo toca el desayuno, miro las estanterías y no veo nada
apropiado para tal fin, una persona de ciudad piensa que todos
los desayunos consisten en un café con algo para picar, porras,
churros, croissant o algo así, pero hay otras opciones. Ismael
me dice que vamos a comer melón y a hacer unas gachas, verás
como no tienes hambre en toda la mañana. Gachas en mi tierra
leonesa son unos pájaros parecidos a las becadas pero más
pequeños, pero no, en Cabezamesada las gachas consisten en una
fritanga con abundante aceite de oliva, patatas, harina de
almortas, pimentón, agua y ajos. Se hacen en diez minutos y son
algo exquisito, desde luego con todos estos hidratos de carbono
puedes caminar sin miedo toda la mañana, y algo más. Esto es
lo siguiente, caminar. Para ello salimos los cuatro, Ismael, yo
mismo, Mito y mi perra Mori, además de su Benelli de último
modelo con choque de cuatro estrellas dispuesta para abatir algún
conejo despistado, y digo conejo puesto que las liebres son algo
muy fácil para el tiro, que no merece la pena, las perdices
escasean y a Ismael ahora no le gusta abatirlas. Los conejos son
el futuro de la caza, hacen trabajar de forma impresionante a
los perros y además son un tiro dificultoso, dice Ismael.
-
Pero, qué pasa ¿no hay perdices?.
-
Hay pocas, llevamos una temporada en la que los pobres pájaros
no tienen donde defenderse, hay muchas alimañas. Los zorros,
rapaces y grajos las atacan todo el día, ya no se ven perdices
pastando como hacían antes en los sembrados. Por la noche se
han incorporado a la depredación los buhos reales, que trabajan
en equipo con los zorros, unos mueven las perdices y otros
acaban con ellas. Esto es así, es desesperante para los
cazadores y para la caza. Es bueno proteger a los depredadores,
pero tanto, no sé, creo que es demasiado, terminarán acabando
con todo. Además, aunque tenga oportunidades ya no cazo
perdices, me han dado tanto que prefiero no cazarlas, me vale
con verlas volar y reproducirse.
Después
del paseo-caza hacemos un receso para comer. El menú es
sencillo, aunque exquisito a la vez, perdiz con arroz. Ya me habían
avisado mis amigos que Ismael es un experto cocinero, vamos, un
Arguiñano de la caza. Desde luego, hacer una perdiz con arroz
en la casilla de pozo de las muletas es todo un ritual, la
perdiz lleva varios días al sereno, me toca desplumarla, cosa
que no me agrada, pero que acepto a regañadientes. Ismael va
preparando la cebolla, la lumbre y los pimientos…., después
comienza a cocinar. De repente pienso, estoy con el campeón del
mundo de caza menor y resulta que me siento como con un amigo de
toda la vida, es un momento agradable y el resultado
impresionante, el guiso-como dice Ismael- está exquisito. Un
pequeño receso y de nuevo nos vamos los cuatro de caza, ahora
además de entrenar a los perros, intentaremos abatir una
liebre, mañana invitaremos a Simón y Marcela a comer en la
casilla, y les gusta mucho la liebre con patatas.
Simón
y Marcela son dos jóvenes rumanos que guardan la finca “
La Carbonera
” en Cabezamesada. Unos excelentes muchachos a quienes Ismael
ha acogido y protegido como que fueran sus hijos, con ellos cena
a menudo y prepara la comida casi a diario, puesto que sólo
tienen una hora de descanso, de dos a tres de medio día. Simón,
mientras realizaba tareas de poda en los viñedos consiguió
quitar una pequeña liebre a un grajo, la tuvo todo el día en
el bolsillo de la camisa y la llevó para casa. Marcela la ha
cuidado con leche, ahora ya come zanahoria rallada y lechuga,
pero sólo si Marcela se lo da a la boca, de lo contrario no
toca nada. La pequeña liebre es como una pelota de tenis, más
o menos, pero corretea feliz por la mesa en la que estamos
cenando. Esta chica –dice Ismael- tiene un don con los
animales.
Regresamos
a la casilla de las muletas para dormir, damos antes un paseo
nocturno de más o menos una hora, la luna llena domina
La Mancha
y el canto de los buhos se adueña de los encinares. Éstos son
los que cazan en serio, las pobres perdices tienen que dormir
escondidas en los regatos y en las orillas de los caminos
protegidas por alguna zarza o carrascos, con el riesgo que eso
supone por el zorro, es increíble, acabarán con todas, ya no
duermen las perdices en los sembrados como antes.
Antes
de acostarnos el campeón me comenta que al echarse a la cama se
acuerda siempre de sus padres. Me enseñaron muchas cosas, y
todas buenas, de mi madre he heredado esta manta, que nunca dejo
a nadie. De mi padre recuerdo siempre su honradez, de muy niño
perdió un brazo, pero tuvo las agallas de conseguir criar once
hijos, hacer todas las tareas del campo como si tuviera los dos
brazos, o mejor. Era un cazador, un tirador excelente y honrado
hasta la médula, en la casa siempre había dinero, ya que era
el encargado de pagar a los trabajadores de Cabezamesada, pero
nunca se tocó nada. Recuerdo ver aquel montón de billetes de
veinte duros, no tener para comprar unas zapatillas y si queríamos
comer algo teníamos que cazarlo. Había un orden de valores,
primero cumplir honradamente y después comer. Eso me ha marcado
toda la vida. |