REPORTAJE DE LEÓN 7 DÍAS


Ismael Tragacete: Unos días con el más laureado cazador.
Escrito por José Gutiérrez Alaiz   
Wednesday, 30 de April de 2008

Leon7dias visitó a Ismael Tragacete en su pueblo, Cabezamesada (Toledo). Tuvimos la ocasión de compartir con él varias jornadas con escopeta, perro, conversación y guisos. Es nuestra intención contar ahora esta experiencia a los aficionados a la caza menor que en estas fechas están poco activos debido a la veda.

 

Para quienes llevamos algún tiempo cazando, Ismael Tragacete es un mito. Ha sido capaz de ganar seis campeonatos de España de caza menor con perro, con las dificultades que tiene, y teniendo en cuenta que empezó a participar con casi 40 años, es impresionante. Si hubiera comenzado quince años antes ¿cuántos campeonatos tendría?. En el momento que le conoces y te acercas a Ismael, te das cuenta que es todo lo contrario a un mito, una persona sencilla, amable y permanentemente con ganas de agradar, que además de la caza tiene muchos temas de conversación, de las cosas de actualidad, de sus amigos, de su familia…………..

La llegada a Cabezamesada fue en un día de sol radiante. Ismael espera a la entrada del pueblo, después de los saludos pregunta ¿Dónde quieres ir a la casa del pueblo o a la casilla?. Me explica las dos opciones y la respuesta es rotunda, sin duda, me gustaría ir a la casilla.

La casilla es una pequeña edificación, un refugio que se encuentra en el medio del campo de Cabezamesada en el pago denominado “El Pozo de las Muletas”, pues aquella zona era un punto de reunión de quienes hacían portes de un lugar a otro de la Mancha , allí abrevaban las mulas, comentaban y organizaban los viajes. Está rodeada de viñas, tierras de cereal y algunas encinas. En el interior hay dos espacios, uno de ellos con chimenea y además un almacén para leña y el coche. En este lugar pasan el tiempo Ismael y Mito, su perro, un podenco andaluz de color canela, adiestrado de una manera increíble.

Ismael, cuando se ríe tiene un brillo en los ojos como un quinceañero enamorado, habla y habla, cuenta anécdotas de la caza, de la vida en el pueblo, de su padre, de su nieto. ¿Dónde apunto abuelo?, tu por delante, siempre por delante. Todavía tiene tres años.

Ahora me encuentro muy bien, ya he dejado de trabajar en Madrid, me he jubilado. Paso mucho tiempo en el pueblo, que es lo que me gusta.

Los días en la casilla son todos iguales y todos distintos. Los rayos de sol invaden la intimidad y anuncian que hay que levantarse, es el momento del aseo.

- Vaya pereza, el agua estará muy fría, Ismael.

- Que va hombre, en invierno el agua de los pozos está caliente y en verano fría, vas a comprobar lo agradable que es lavarse con el agua recién sacada del pozo.

Después del aseo toca el desayuno, miro las estanterías y no veo nada apropiado para tal fin, una persona de ciudad piensa que todos los desayunos consisten en un café con algo para picar, porras, churros, croissant o algo así, pero hay otras opciones. Ismael me dice que vamos a comer melón y a hacer unas gachas, verás como no tienes hambre en toda la mañana. Gachas en mi tierra leonesa son unos pájaros parecidos a las becadas pero más pequeños, pero no, en Cabezamesada las gachas consisten en una fritanga con abundante aceite de oliva, patatas, harina de almortas, pimentón, agua y ajos. Se hacen en diez minutos y son algo exquisito, desde luego con todos estos hidratos de carbono puedes caminar sin miedo toda la mañana, y algo más. Esto es lo siguiente, caminar. Para ello salimos los cuatro, Ismael, yo mismo, Mito y mi perra Mori, además de su Benelli de último modelo con choque de cuatro estrellas dispuesta para abatir algún conejo despistado, y digo conejo puesto que las liebres son algo muy fácil para el tiro, que no merece la pena, las perdices escasean y a Ismael ahora no le gusta abatirlas. Los conejos son el futuro de la caza, hacen trabajar de forma impresionante a los perros y además son un tiro dificultoso, dice Ismael.

- Pero, qué pasa ¿no hay perdices?.

- Hay pocas, llevamos una temporada en la que los pobres pájaros no tienen donde defenderse, hay muchas alimañas. Los zorros, rapaces y grajos las atacan todo el día, ya no se ven perdices pastando como hacían antes en los sembrados. Por la noche se han incorporado a la depredación los buhos reales, que trabajan en equipo con los zorros, unos mueven las perdices y otros acaban con ellas. Esto es así, es desesperante para los cazadores y para la caza. Es bueno proteger a los depredadores, pero tanto, no sé, creo que es demasiado, terminarán acabando con todo. Además, aunque tenga oportunidades ya no cazo perdices, me han dado tanto que prefiero no cazarlas, me vale con verlas volar y reproducirse.

Después del paseo-caza hacemos un receso para comer. El menú es sencillo, aunque exquisito a la vez, perdiz con arroz. Ya me habían avisado mis amigos que Ismael es un experto cocinero, vamos, un Arguiñano de la caza. Desde luego, hacer una perdiz con arroz en la casilla de pozo de las muletas es todo un ritual, la perdiz lleva varios días al sereno, me toca desplumarla, cosa que no me agrada, pero que acepto a regañadientes. Ismael va preparando la cebolla, la lumbre y los pimientos…., después comienza a cocinar. De repente pienso, estoy con el campeón del mundo de caza menor y resulta que me siento como con un amigo de toda la vida, es un momento agradable y el resultado impresionante, el guiso-como dice Ismael- está exquisito. Un pequeño receso y de nuevo nos vamos los cuatro de caza, ahora además de entrenar a los perros, intentaremos abatir una liebre, mañana invitaremos a Simón y Marcela a comer en la casilla, y les gusta mucho la liebre con patatas.

Simón y Marcela son dos jóvenes rumanos que guardan la finca “ La Carbonera ” en Cabezamesada. Unos excelentes muchachos a quienes Ismael ha acogido y protegido como que fueran sus hijos, con ellos cena a menudo y prepara la comida casi a diario, puesto que sólo tienen una hora de descanso, de dos a tres de medio día. Simón, mientras realizaba tareas de poda en los viñedos consiguió quitar una pequeña liebre a un grajo, la tuvo todo el día en el bolsillo de la camisa y la llevó para casa. Marcela la ha cuidado con leche, ahora ya come zanahoria rallada y lechuga, pero sólo si Marcela se lo da a la boca, de lo contrario no toca nada. La pequeña liebre es como una pelota de tenis, más o menos, pero corretea feliz por la mesa en la que estamos cenando. Esta chica –dice Ismael- tiene un don con los animales.

Regresamos a la casilla de las muletas para dormir, damos antes un paseo nocturno de más o menos una hora, la luna llena domina La Mancha y el canto de los buhos se adueña de los encinares. Éstos son los que cazan en serio, las pobres perdices tienen que dormir escondidas en los regatos y en las orillas de los caminos protegidas por alguna zarza o carrascos, con el riesgo que eso supone por el zorro, es increíble, acabarán con todas, ya no duermen las perdices en los sembrados como antes.

Antes de acostarnos el campeón me comenta que al echarse a la cama se acuerda siempre de sus padres. Me enseñaron muchas cosas, y todas buenas, de mi madre he heredado esta manta, que nunca dejo a nadie. De mi padre recuerdo siempre su honradez, de muy niño perdió un brazo, pero tuvo las agallas de conseguir criar once hijos, hacer todas las tareas del campo como si tuviera los dos brazos, o mejor. Era un cazador, un tirador excelente y honrado hasta la médula, en la casa siempre había dinero, ya que era el encargado de pagar a los trabajadores de Cabezamesada, pero nunca se tocó nada. Recuerdo ver aquel montón de billetes de veinte duros, no tener para comprar unas zapatillas y si queríamos comer algo teníamos que cazarlo. Había un orden de valores, primero cumplir honradamente y después comer. Eso me ha marcado toda la vida.